SENDEROS ESCOLARES: CAMINANDO ENTRE ETAPAS
- REEFNAT

- 11 sept
- 3 Min. de lectura
Autores
Rubén García Martín (1), Borja Lagunar Domínguez (2), Irene Martín Sobrino, Antonio Marcos Lomo e Higinio Francisco Arribas Cubero (3)
(1) CEIP Rosa Chacel (Montemayor de Pililla), rubengm13@gmail.com (2) Colegio Sagrado Corazón Corazonistas (Valladolid), borja.l@corazonistasva.com (3) Universidad de Valladolid, irene.martin.so-brino@estudiantes.uva.es; antonio.marcos.lomo@estudiantes.uva.es; higiniofrancisco.arribas@uva.es
Resumen
Apenas pasaban las nueve de la mañana cuando comenzó a escucharse el murmullo de voces infantiles y universitarias al inicio de la senda. Fueron dos momentos diferentes: primero con un colegio rural —con 24 alumnos y alumnas de los seis cursos de primaria— y, a la semana si-guiente, se unieron las voces de un colegio urbano con dos clases de quinto curso, también de 24 alumnos y alumnas cada una. La primera experiencia, con el colegio rural, comenzó con la llegada en los coches particulares de padres, madres y abuelos que los acompañaban. La actividad les llamó tanto la atención que caminaron con nosotros durante toda la jornada, aprovechando para contarnos cosas que casi ninguno sabíamos.
—¿Sabéis cómo se llama a ese pinar joven que está creciendo? —preguntó uno de los abue-los.
Los niños lo miraban, pensaban y decían: —Pinarillo. —Pinarcillos…
El abuelo les respondió: —No, se llama “pimpollada”.
Durante el sendero hicimos varias actividades en torno al reciclaje, tema que habíamos trabajado en los colegios semanas antes. También abordamos el conocimiento del entorno, la sensibilidad ambiental y el refuerzo de algunos contenidos más técnicos, propios del senderismo, siempre usando los materiales que la naturaleza nos ofrecía. Pero una de las cosas que más nos sorprendió fue cómo los espacios y tiempos entre actividad y actividad se llenaban de conversaciones enri-quecedoras, tanto para los niños y niñas como para el alumnado universitario. Unas semanas después fue el turno del colegio de Valladolid capital. Llegaron en autobús urbano hasta el inicio de la senda, reivindicando así el transporte público colectivo y abaratando la salida para que na-die se quedase fuera. Muchos de ellos nunca habían cogido un autobús para desplazarse por la ciudad, y la emoción comenzó desde los primeros momentos. Cuarenta y ocho niños y niñas de dos clases diferentes, acostumbrados al bullicio urbano y al asfalto bajo sus pies, bajaron del au-tobús como exploradores dispuestos a descubrir un mundo nuevo. Miraban con asombro el en-torno y comenzaron a caminar por aquel sendero lleno de sorpresas. El alumnado de la Universi-dad de Valladolid lideró la propuesta, utilizando el reciclaje como eje temático. Lo que realmente les motivaba era compartir la experiencia con niños y niñas de entornos rurales y urbanos. Junto a su profesor y los maestros de los centros, diseñaron una experiencia educativa integral en la naturaleza: antes, durante y después del sendero. Coordinaban, aprendían, enseñaban y se vin-culaban a una experiencia a cielo abierto, en el aula naturaleza (Cartón y Aguado, 2017). Allí, en ese espacio sin muros ni techos, tuvo lugar una escuela que no aparece en los libros, que va más allá de lo académico, convirtiéndose en un encuentro humano, pedagógico e intergeneracional. La jornada se convirtió en una suma de aprendizajes. Saberes que vienen en los libros, pero tam-bién se aprendía sobre prejuicios, ideas preconcebidas, miedos al contacto con el alumnado, o nuevas maneras de enseñar y de mirar. Se caminaba por senderos físicos, pero también por ca-minos emocionales y puentes pedagógicos entre la formación escolar, la inicial y la permanente del profesorado. El entorno natural, siempre presente, actuaba como tercer maestro (Cagliari, 2017). El bosque enseñaba sin hablar. Invitaba a detenerse, a observar, a respetar. Era el escena-rio ideal para descubrir que la educación puede y debe conectar con la tierra, con lo real, con lo vivo. Y que puede ser un incentivo para despertar la curiosidad y experimentar con lo que nos ofrece: así de simple, así de rico. Al final del día, antes de subir de nuevo al autobús, alguien propuso una rueda de despedida. Se escucharon frases como: “he aprendido más de lo que pen-saba”, “quiero volver” o “me ha gustado conocer a alguien tan distinto”. Y así, los senderos esco-lares no fueron solo caminos físicos en el Pinar de Antequera y las Acequias del Duero, sino rutas de conexión entre escuelas rurales, urbanas y universitarios; conexiones entre mundos y valores. Porque cuando se juntan alumnos en formación, escolares de primaria, maestros comprometidos y una naturaleza (siempre) generosa, lo que ocurre no es una simple salida escolar. Es formación entre niveles, generaciones y experiencias diversas. Es una semilla. Una que, como las del bosque, crece en silencio hasta convertirse en algo mucho más grande.
Palabras clave
senderismo, escuela, naturaleza, universidad.
Bibliografía
Cagliari, P., (2017). Loris Malaguzzi y las escuelas de Reggio Emilia. Morata
Cartón Revuelta, J. y Miguel Aguado, A. (2017). El aula naturaleza: oxígeno para la escuela. Cuadernos de Pedagogía, (479), 59–62.








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